El Ahuehuete herbolaria

La herbolaria, esencia de la mexicanidad


Joaquín Antonio Quiroz Carranza
Tribuna de Querétaro. Periódico semanal editado por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Autónoma de Querétaro. (@TribunaDeQueretaro)
Imágen: @killa.wayra


Tras la conquista de México­-Tenochtitlan en 1521, los europeos, con esa demencia característica de quien somete al otro, destruyeron e intentaron acabar con todo vestigio de cultura en el Nuevo Mundo, sin darse cuenta que en ello se jugaban la vida, pues los remedios herbolarios europeos eran inútiles para la afecciones que se presentaban en la Nueva España. Por ello, algunos sacerdotes se percataron del equivoco conquistador y se dieron a la tarea de recopilar, aceleradamente, la información que sobre los recursos naturales poseían los sabios mesoamericanos. 

Uno de los resultados de la labor fue la elaboración del llamado “Códice de La Cruz ­Badiano”, el cual fue escrito por dos médicos indígenas en 1552 y enviado como presente al Rey de España. Dicho escrito reunió información sobre 250 especies vegetales medicinales, 40 partes animales y 30 minerales con propiedades terapéuticas, así como la descripción de muchos procedimientos farmacológicos para el uso de los remedios en la recuperación de la salud humana. 

México es uno de los cinco países denominados megadiversos, se ha reconocido que posee cerca de 4 mil 500 especies biológicas con propiedades medicinales, y aún hace falta muchísima más investigación sobre el uso actual y potencial de la diversidad biológica. En todo sendero, monte o selva se encuentran especies biológicas con propiedades medicinales reconocidas o potenciales. 

México también posee una inmensa diversidad cultural, con más de 60 diferentes pueblos ancestrales, cada uno poseedor de un inmenso bagaje cultural, dentro del cual la herbolaria es una de sus partes emblemáticas. Ni la conquista europea, ni la imposición de un modelo económico de saqueo y perversión, ni los esfuerzos de los grandes consorcios transnacionales farmacéuticos han podido hacer que todo un pueblo abandone el uso de los remedios herbolarios. 

Algunos integrantes de la sociedad civil se preocupan por las sandeces de políticos o instituciones públicas que se atreven a decir que con tal o cual ley, reglamento, o norma oficial se restringirá el uso de las plantas medicinales. Tanto los que se preocupan, como los que osan, como extraños enemigos de la mexicanidad, intentar conculcar el derecho inalienable que representa la posesión y usufructo del conocimiento tradicional, de forma libre y autónoma, están totalmente equivocados, ya que, ni siquiera toda la fuerza del Estado ha podido minimizar la fuerza del denominado “crimen organizado”, menos aún lo haría contra todo un pueblo que conoce sus regiones, senderos y sus recursos locales. 

Ni toda la fuerza legal y policiaco militar del Estado mexicano podría restringir mínimamente el uso de las especies biológicas con fines terapéuticos. Porque gran parte del conocimiento herbolario no está documentado o sistematizado, muchísimo es compartido mediante la oralidad; por lo que no habría legislaturas, jueces o poder judicial suficiente para recorrer el país restringiendo el uso herbolario de los recursos naturales. Y porque, dicho intento generaría una rebelión silenciosa, un tráfico subterráneo imposible de rastrear o controlar. Situación que se tornaría mucho más peligrosa para el sistema, ya que al conformarse sistemas de salud autónomos y heterárquicos, se establecerían las pautas para construir entidades libres, 
constructoras de un nuevo modelo de desarrollo. 

Paulatinamente, la sociedad civil reconoce que gran parte de los sistemas médicos privados y públicos convencionales se basan en el lucro, es decir solo buscan la ganancia máxima, sin importarles la salud del paciente ni su calidad de vida. Estos sistemas se caracterizan por consultas de alto costo y nula humanidad, diagnósticos basados en síntomas sin considerar las contradicciones emocionales del paciente, recetas sustentadas en un vademécum “autorizado” por la industria farmacéutica y nulo conocimiento sobre afecciones como la ira, la tristeza, la frustración, el desengaño, el miedo y otras entidades nosológicas no reconocidas. 
La ira y el coraje intoxican el hígado y desencadenan manifestaciones dérmicas relacionadas con este órgano; el miedo y la angustia desatan afecciones renales y de vías urinarias; la tristeza y un proceso de duelo inconcluso, puede provocar problemas en las articulaciones y otras afecciones de las extremidades inferiores. 

Una tensión prolongada puede generar alopecia, la insatisfacción por su parte resequedad de mucosas. Una vida con estresores económicos, culturales, sociales y laborales, pérdida de la libido, entre otros desarreglos. 

Una gran tarea de los integrantes de la sociedad civil es reconocer que, con más de un siglo de dominio de las transnacionales farmacéuticas y de hacer lo que es “moralmente correcto” en salud comunitaria, los desahucios se han incrementado y la calidad de vida de los seres humanos se ha visto reducida, por lo que es necesario cambiar el paradigma de lo moralmente correcto e iniciar uno nuevo, donde el objetivo sea mejorar la calidad de vida de los pacientes y sus familias, independientemente de lo que indique la ideología hegemónica.

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