Joaquín Antonio Quiroz Carranza
Tribuna de Querétaro. Periódico semanal editado por la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Autónoma de Querétaro. (@TribunaDeQueretaro)
Imágen: @killa.wayra
Un algoritmo, desde el punto de vista de las ciencias cuantitativas, es un conjunto de operaciones sistemáticas que permite hacer un cálculo y hallar la solución de un tipo de problema. También existen algoritmos no formales ni sistemáticos, y más aún, existen otros que podríamos agrupar desde el pensamiento cualitativo, y todos ellos son un conjunto de procesos cuyo resultado permite resolver problemas. Algunos algoritmos cotidianos los procesa nuestro cerebro al caminar, pues calcula distancias, niveles, radiación solar, temperatura, humedad, presencia o ausencia de otras personas, velocidades de los vehículos que nos rodean y con todo ello nos ofrece un resultado: la certeza, con un alto grado de significancia, de que nuestro objetivo se puede cumplir y nos da una probabilidad de regresar con bien a nuestro lugar de residencia. Otro algoritmo frecuente es aquel que procesa miradas, olores, gestos, palabras y sensaciones, y cuyo resultado puede ser el amor.
¿Qué necesita un ser humano para vivir bien y ser feliz? alimentos, vestido, un hogar, una familia, amigos, una actividad productiva que le permita generar sus alimentos y otros requerimientos materiales “el pan nuestro de cada día”, actividades que le permitan cultivarse para ser libre y disponer de tiempo para la recreación, la reflexión, la oración y el amor.
Las poblaciones humanas, desde que abandonaron la comunidad primitiva, se sumergieron en un algoritmo de dolor y sufrimiento, hordas de guerreros saquearon pueblos y aldeas y esclavizaron a sus pobladores obligándolos a trabajar y arrancándoles el producto de su esfuerzo, así se construyo el esclavismo. Posteriormente el señor feudal aglutinó pueblos, prometiendo protección a cambio de tributo, así se forjó el protosistema del trabajo asalariado, y el capitalismo ofreció la libertad de vender la fuerza de trabajo y todo se trastocó en ganar, comprar y consumir insaciablemente, en acumular tesoros en la tierra, hecho que criticó Jesús el Nazareno.
Un nuevo algoritmo para alcanzar el bienestar y la felicidad no pretende ser panacea global, por el contrario, como en el ejemplo inicialmente mencionado, debe ser un cálculo individual de las variables y factores para alcanzar lo que el Cristo denominó El Reino de los Cielos, el bienestar y la felicidad, y a este Reino no se ingresa colectivamente, cada individuo tiene su momento, como lo menciona el Apóstol Mateo.
Un algoritmo de bienestar y felicidad implica no vender ni comprar fuerza de trabajo, conlleva construir sociedades de productores y consumidores libres y equitativos. Construir conocimiento y valores desde el hogar, no hacinar a los niños y jóvenes en centros escolares; recuperar el conocimiento tradicional de las terapéuticas ancestrales para recuperar y conservar la salud desde el hogar, sin requerir la presencia de grandes infraestructuras hospitalarias o monopolios farmacéuticos, aceptando la finitud biológica del cuerpo y que el bienestar y la felicidad no dependa de la cantidad de años vividos, sino de la calidad de estos; minimizar la movilidad geográfica y con ello el consumo de hidrocarburos; reconstruir la cultura de la cerámica, el barro, el vidrio y otros materiales para almacenar y conservar alimentos y así eliminar los plásticos y con ello la contaminación que generan. Cultivar los afectos, la solidaridad y el acompañamiento, en fin amar al prójimo como a uno mismo, ¡Quién pueda comprender que comprenda¡
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